miércoles, 25 de octubre de 2017

Árbol genealógico

Al abrazar a mi hermano después de tres años de no vernos, tuve una sensación extraña. Me sentía culpable por un lado y fortalecido por el otro. Lamenté no haber podido sobrellevar el peso que puso mi familia sobre mí. Porque si hubiera podido, tal vez hubiera sido diferente. Tal vez hubiera sido mejor.

No sé cuál es la verdad, pero pude atisbarla en los entresijos de conversaciones durante años con distintas personas, como cuando le conté a una amiga la enfermedad que tenía mi hermano. Me sobre marcaron un camino a seguir sin siquiera preguntarme si estaba de acuerdo con que mi vida adulta girara entorno a eso. Querían éxito para mí, querían estabilidad. Querían lo que para ellos jamás obtendría mi hermano. Mi amiga dijo: "Ellos querían que vos fueras padre además de hermano, vos eras el bastón donde ellos se apoyaban. Te necesitan para que te hagas cargo de tu hermano. Necesitan tu estabilidad."

Claro, ¿y quién no desea estabilidad? Pero desde el momento en que el deseo se intenta manipular, se corrompe. Crecí con esta pauta, y apenas pude hacerlo, me despegué de ella.

Sé que no necesitaba irme tan lejos para elegir mi propio camino, pero vaya donde vaya, esta sombra siempre me perseguirá. La idea de la familia como institución la tengo corrompida y quiero componerla. Como componíamos el árbol de Navidad con mi hermano cuando chicos. Las típicas peleas de hermanos preadolescentes, en nuestro caso a veces incluían hachas.

Pero lo que rescato, es que en época de Navidad, en los forcejeos de peleas físicas, a veces tirábamos el árbol de Navidad al piso sin querer. O lo desajustábamos. Y entonces surgía el amor fraternal, y la complicidad para componerlo, sabiendo que de lo contrario, el castigo sería para ambos. Luego, no hablábamos al respecto frente a papá. Esa complicidad me hacía sentir bien. No pude rescatarla años más tarde.

—¿Qué simboliza para vos ese árbol?— me preguntó mi psicóloga.
—La familia— contesté—, la hermandad, el cariño, el apego, cayéndose al piso. Y yo, corriendo, apurado, tratando de volver a poner en su lugar los adornos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario